Sobre las costumbres antiguas de mis padres, en
la celebración de la Nochevieja:
Las Nocheviejas,
al igual que las Nochebuenas, en mi familia, tenían unas cosas típicas, que
hasta para mí, ya me cuesta recordar.
- Cuando
vivían mis padres, siempre teníamos el menú típico de los “pies de cerdo” en Nochevieja. El no concebía un Fin de Año sin pies
de cerdo. Algo así como una Nochebuena sin Pepitoria o cabrito.
Con una
navaja de punta, le hacíamos en el centro, un agujero circular que lo
atravesaba. Pasábamos dos cuerdas, en forma de lazo de unos veinticinco cmts. cada
lazo, y a ese artilugio, le llamábamos un “Cirre”. Cogíamos los lazos con los dedos
medios de cada mano, dejando el hueso en el centro y le dábamos vueltas al
mismo, de manera que se retorcieran los lazos. Así, cuando estirábamos con
fuerza, separando las manos, el hueso giraba rápido hasta que las cuerdas de
los lazos quedaban libres de la torsión y continuaba girando por la fuerza de
la inercia, volviendo a retorcerlos, pero en el sentido contrario.
Con habilidad,
se podía mantener el hueso girando rápidamente en un sentido y el contrario.
Con la velocidad que cogía el hueso al girar, se podía escuchar el ruido característico
de “siseo” del roce del hueso con el aire. Mi padre decía que, escogiendo un
buen hueso y con pericia, le rompían los botones de la camisa a un compañero,
sin rozarle la piel del pecho o de la barriga.
¡Eh aquí
un juguete, sencillo, divertido, ingenioso y sobre todo, ¡¡Barato!!! La prueba
de ecológico, seguro que la pasaría, pero la de seguridad, explicando lo de los
botones de los amigos de mi padre, seguro que no la pasaría.
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