Día 20 de Agosto de 2013, Martes
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Gravado noria de la huerta de caniles |
Esteban el pintor, me ha mandado unas fotos desde una casa que tienen sus suegros, donde está de vacaciones en Corçà, en las que se ven lo que parece ser parte de las piezas de un "Añoreto", ó Noria de Sangre, como el que nosotros teníamos en la huerta de Puente Genil, antes de venir a Sant Feliu de Guíxols.
Ayer busqué en internet y he encontrado un Blog, del pueblo de La Higuera de Jaén. Este gravado de la noria de la huerta de caniles, lo he sacado de allí.
La foto de la noria de Puente Genil, también la he encontrado en un blog sobre el rio Genil y sus norias. Concretamente esta, aún está en pie y pertenece a la Ribera del Rabanal, donde nosotros tuvimos una huerta que concretamente era la huerta donde está esta noria.
Extracto del relato que estoy haciendo, como memorias de mi madre.......
En el año 1957, mis padres con mi Tío Julio, empiezan a buscar algo de
interés para comprarlo, donde empezar una nueva situación, dado que ahora
tenían algún dinero y una propiedad que era de ellos. La hermana mayor de mi
madre, la Tía Leonor y el Tío Miguel, vivían en Lora de Estepa, (Sevilla) e
informaron al Tío Julio, que cerca de allí había una huerta que se vendía y
podía ser una buena ocasión. Fueron los tres, y efectivamente la finca en
cuestión era una huerta de la Ribera del
río Genil que se llama “El Rabanal”, de diez huertas con doce casas, porque
había dos que estaban partidas y vivían dos familias más. Esta Ribera estaba a 4 Km. de
Puente Genil.
Las riberas que estaban a lo largo del río, tenían una noria en el
centro que elevaba el agua del río y a través de unas acequias, distribuían el
agua para el riego a las diferentes huertas y constituyendo los
correspondientes turnos, regaban en dos tandas, una de día y otra de noche, así
que cada 5 días, podían regar todos, dos veces, de día y de noche. La noria de esta Ribera,
tenía veintidós metros de alta y estaba en la huerta que fueron a ver mi Tío y
mis padres.
Creo que la finca valía 9.000? ptas. Como mis padres no disponían de
esa cantidad en el momento, el Tío Julio, que sí tenía el dinero, quedaron en
que la comprara él, les cobrara una renta a mis padres anual y ellos la
labrarían. Tremendo error de mis padres, porque dejaron la casa de Campo
Humano (Huétor-Tajar), sin vender, nos fuimos a Puente Genil en otoño, pasada la temporada
de verano, que es cuando se recogen las cosechas, y durante todo el invierno
preparando la finca para el verano que tenían que recoger el fruto del trabajo
del invierno, se comieron el dinero que tenían y más que les iba dejando el Tío
Julio cada vez que nos visitaba.
Cuando nos fuimos de Campo Humano a Puente Genil, lo hicimos en un
camión de “Lopera”, que nos llevó los muebles y los animales. Andrés y yo que
hacíamos todo tipo de elucubraciones, en los días anteriores a nuestra marcha,
pensábamos comprar unos petardos grandes y desde el camión, tirárselos a las
gentes de allí en protesta por lo mal que lo habíamos pasado y culpándoles a
ellos, como si nos hubieran tratado mal y nos íbamos a otro lugar mucho más
bueno, pero que no teníamos ni idea de cómo era, ni si lo pasaríamos mejor o
peor que lo habíamos pasado allí. Yo no recuerdo si me fui con ellos o estaba
en Tózar, pero creo recordar que cuando llegamos a la huerta con el camión,
vinieron los vecinos de nuestra edad y se quedaron mirándonos un poco de lejos
y nosotros notábamos que hablaban raro. Para ellos supongo que pasaba igual.
Pues mientras en Granada, se pronuncian todas las palabras que llevan “eses” al
principio o entre la palabra, siempre con “z”, en Córdoba y Sevilla, se
pronuncian con “s”. Si la “s” está al final de la palabra, por descontado que
en ningún sitio de Andalucía, se pronuncia. Los sustantivos plurales, que la última
silaba es “as”, se sustituye por “es”. Así en Puente Genil y alrededores,
pesetas eran pesetes; patatas, patates…. (mejor dicho, papas, papes). Esto, además de otras
muchas cosas que diferencian el habla de una provincia a otra. Como Andalucía
es tan grande, y el andaluz es un Dialecto, que básicamente consiste en el “castellano mal hablado” y omitir muchas
letras en las palabras. Se solía decir que los andaluces, pasábamos tanta
hambre, que nos comíamos la mitad de letras de las palabras. También se
dice que somos muy ¡exagerados!!!
Posiblemente, yo fuera con ellos en el primer viaje que hicimos a
Puente Genil, aunque después me volviera a Granada con los abuelos de Tózar,
pues recuerdo estas cosas, haberlas vivido con mis hermanos. Los vecinos que
venían a recibirnos eran: Jesús Avilés, los hijos de José Rodríguez, Antonio de los
Venancios, etc.
Con el cambio de domicilio, mis padres debían pensar que ganaban en
comodidades y calidad de vida, pero según se desarrollaron los acontecimientos,
económicamente dieron un paso atrás. Mi madre debía estar encantada, pues la
finca era mejor, la casa también y la situación y vecindad, también tenía otros
alicientes. El lugar, no tenía comparación: A cuatro Km. Del pueblo, Puente
Genil, que era más grande que cualquier pueblo de Granada. Junto al río Genil
que a su paso por allí, ya era casi como el Guadalquivir, una huerta con todo
el terreno de riego y muy fértil, pues el clima era mucho más cálido que en
Granada, la escuela estaba en la ribera anterior al Rabanal, (Puerto Alegre, a menos
de 2 Km.), las casas estaban a cien o doscientos metros máximo unas de otras y
eran doce o trece. Luz eléctrica no teníamos, y el agua, además de no tener
instalación tampoco, era mucho peor que la de Granada.
La huerta nuestra, tenía cuatro Aranzadas y media de tierra, era la de
en medio de la ribera y en ella se encontraba la Noria y la acequia principal
que partía la huerta y también la ribera, en dos. También teníamos una noria pequeña interior
(Añoreto), instalada en un pozo abastecido con agua de la acequia de la noria
grande. Este añoreto, lo hacía funcionar un burro y más tarde un mulo, al que le tapábamos los ojos, dando
vueltas, tirando de un palo que transmitía la fuerza al eje de la noria con su
cadena de canjilones. Así podíamos regar las dos “Tablas” de tierra que tenía
la finca delante de la casa y que estaban por encima del nivel de las acequias
de la noria grande del río.
El problema de la huerta era que llevaba dos o tres años abandonada y
la maleza y los árboles no estaban como los de las otras huertas, que eran un
primor. El otro problema, era que mi padre no estaba acostumbrado a hacer estos
trabajos especializados de las huertas y con los vecinos que eran unos artistas
en este sistema, porque toda la vida lo habían hecho, o bien por el carácter de
mi padre que no quería admitir que necesitaba consejos y ayuda, aunque solo
fuera teórica. El caso es que el primer año, lo debió pasar fatal. Mi Tío no
nos cobró la renta el primer año, pero aún así no cubríamos ni para comer.
Andrés y la Paquita trabajaban fuera a jornal y la temporada de la aceituna se
iban todos, hasta mi madre. Poco a poco íbamos reponiéndonos. Mi padre empezó a
tener algunos amigos y fue aprendiendo la faena del buen hortelano. Las
técnicas que se practicaban en las huertas, eran fantásticas y dignas de
admiración. Los cultivos de verduras y hortalizas, dependían en gran medida de
la época en que saliera la cosecha, intentando por todos los medios, anticipar
la recolecta lo más posible ya que vender tomates una semana antes o después,
podía suponer mucho dinero porque los precios del mercado cuando salían muchos,
no valían nada. Así nos podíamos encontrar con una carga de tomates de 50 kgs.
por los que se cobraba más dinero que dos semanas después por una carga de 500
kgs. Así con todas las hortalizas.
En esa época en que aún no se conocían los invernaderos, tenían una
técnica los hortelanos para hacer criaderos de plantel, (Almarcigones) que
funcionaban así: Los Almarcigones eran unas pequeñas tablas rectangulares de terreno, de unos 2'5 m. de ancho por 5 o 6 m. de largo que se
excavaban quince o veinte centímetros. Se ponía en ellas una mezcla de tierra buena (Mantillo) y estiércol, muy
saturada de este último y se plantaba la semilla del tomate. Se clavaban
estacas con horquilla en el extremo superior, de diferentes medidas a ambos
lados largos del rectángulo, (Almarcigón) de manera que pasando tres o cuatro
cañas por las horquillas, quedaban dos arcos muy abiertos con un puntal en el
centro de unos 40 o 50 cms. en el centro del Almarcigón. Con cuerdas y cañas,
se hacían una especie de alfombras un poco más anchas que los almarcigones y se
colocaban dos en cada uno, de manera que se juntaran en el centro del mismo,
coincidiendo con la parte más alta de los arcos de cañas. Esta especie de cañizos
o tapetes, por la mañana se enrollaban hacia abajo dejando al descubierto el
Almarcigón para que le diera el sol al plantel y por la tarde se desenrollaban
hacia arriba para protegerlo de las heladas.
Con el plantel, también se hacía algo especial. Cuando crecía, se
entresacaban las plantas para seleccionar las más avanzadas y dejarlas con una
separación entre ellas de diez o doce centímetros. Las que se entresacaban, se
plantaban ya directamente en los arroyos de los canteros, pero sea por el
traslado y el periodo de adaptación a la intemperie, o porque aún hacía
demasiado frío, acababan retrasándose para crecer. En cambio las que se dejaban
en el Almarcigón, se las plantaban tres o cuatro semanas después y se hacía la
operación cortando la base en un cuadrado de unos diez centímetros y se
trasladaba a los arroyos con la peana de tierra buena del Almarcigón y así
podía seguir su crecimiento acelerado. Algunas plantas de peana, podían tener hasta flores en el momento de ser
trasplantadas.
Esta operación, requería calcular los tiempos con mucha precisión y
también un poco de suerte porque con lo impredecible que es la meteorología, a
veces una helada sorpresiva a destiempo, podía dar al traste con tanta
laboriosidad.
Cuando ya teníamos la huerta en pleno funcionamiento y nos estábamos
recuperando, hubo una riada por los des-hielos de Sierra Nevada y se anegó la
noria grande de arena. Empezaron las reuniones de los vecinos para volverla a
poner en funcionamiento, las discusiones, intentos de que el Gobierno pasara
subvenciones y la noria se quedó sin funcionar prácticamente un verano. El
Gobierno dio una subvención de 10.000 ptas. por huerta y también tuvieron
problemas mis padres con mi Tío Julio, porque el que cobraba la subvención era
él y decía que desde que teníamos la huerta, no le habíamos pagado ninguna
renta. Mis padres decían que la huerta no daba ni para comer, ¿cómo le iban a
pagar? Mi padre perdió todo el verano trabajando en el río para desencallar la
noria, junto con los otros vecinos. En uno de los viajes que hizo mi Tío Julio,
fueron mi padre y él y compraron una vaca para que pudiéramos tener leche al
menos para los niños. El trato era que el becerro que tendría la vaca, lo
criaríamos nosotros y cuando se vendiera, lo que pagarían por él, sería a
medias. Así se hizo, pero cuando tubo el primer ternero, cogió la vaca una
enfermedad, una “Postema” en el cuello, la llevó mi padre al veterinario y este
le dijo que había que sacrificar la vaca, y sobre todo de la leche, ni probarla los niños, ni los grandes!. Llamó mi padre al Tío Julio y todo
preocupado vino y le dijo a mi padre que hiciera lo que fuera necesario. En
esas que mi padre habla con un amigo que tenía y le cuenta que no debía
sacrificar la vaca, porque a un conocido suyo le había ocurrido igual, y le
recomendaron que le echaran el toro y la dejara preñada y se curaría el tumor.
Así lo hizo mi padre, y efectivamente la vaca se curó, pero nosotros no tuvimos
leche durante todo el tiempo que la vaca estuvo enferma. ¡Aún dio dos becerros
más!
Uno de estos becerros, cuando mi madre le daba de comer, le dio un
empujón y la tiró al suelo partiéndole o fisurándole una cadera. Mi padre la
llevó a Granada para que la curaran y estuvo un tiempo allí, hasta que se
mejoró.
Yo me fui definitivamente a Puente Genil en el año 1962, cuando ya
hice “Ingreso” en Granada y podía empezar el Bachiller en el Instituto Laboral
“Manuel Reina” de Puente Genil. Todos estaban encantados de tener un miembro de
la familia estudiante de Bachillerato y yo con la vanidad, propia de los
estudiantes, no me daba cuenta de los problemas que estaban pasando todos, para
que yo pudiera estudiar. Eso sí, ver tanta escasez de todo que teníamos, me
hizo aplicarme en el estudio y fui un buen estudiante.
Mi madre esos años lo pasó fatal. Yo creo que había días que no tenía
para hacer de comer, mi padre que nunca había sido gordo, se quedó más delgado
que un lápiz, de lo mucho que trabajaba. Andrés y mi Paquita trabajaban tanto que
mi madre se levantaba para llamarlos a las cinco o las seis de la mañana, se
sentaba en la cama y se pasaba un buen rato llamándolos y no conseguía que se
despertaran, de lo cansados que estaban, por el trabajo tan duro que hacían y
las jornadas tan largas en los cortijos de los alrededores. En el año 1962, nació mi hermana Merche, entre la Mary y ella
pasaron 7 años. Es el periodo más largo que pasó entre el nacimiento de los
hermanos, pero mi madre tuvo un aborto, como mínimo por medio.
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Julio de 1975 |
Dos años después de la primera riada, volvió a pasar otra vez y la noria se volvió a atascar. Los vecinos
desesperados, empezaron a pensar en dejar perder la noria, e instalar un motor
de gasoil para sacar agua. Nosotros no estábamos ya cuando lo hicieron. En una
de estas riadas, al paso del río por el barrio de Miragenil, había una fábrica
de aceite junto al río y la riada se llevó muchos bidones metálicos que tenían apilados
en el patio. Uno de estos bidones, se arremolinó en nuestra huerta, mi padre lo
sacó del río y con mi madre, lo subieron hasta la casa, cogiéndolo uno de cada
extremo, evidentemente estaba vacío. Por la tarde, se presentó la Guardia Civil
en nuestra casa, preguntando por mi padre y ¿Qué habíamos hecho con el aceite
que tenía el bidón?. Mi padre que subió a la casa, porque alguno de nosotros lo
llamó, les dijo que el bidón estaba vacío y que si no fuera cierto, como lo
íbamos a dejar en la era, a la vista de todo el mundo?. Se lo llevaron detrás de la
casa y creo yo, que le pegaron algún tortazo. Al día siguiente volvieron los civiles y unos empleados, para
llevarse el bidón vacío y le dijeron a mi madre, que tenía mucha suerte de que en la
fábrica, tenían una lista con los números de los bidones, y efectivamente, ese
estaba vacío. Ni siquiera se disculparon. Antes de que amenazaran a nadie,
tenían que haberles dado esa lista. ¡Digo, yo..!!
Lo cierto es que mi Tío Julio y mis padres empezaron a pensar en
vender la huerta, porque realmente ya no vivíamos del rendimiento de la misma. Aquí
se presentó otra vez la paradoja de que mi Tío que había comprado la huerta
para que nosotros pudiéramos comer, ahora no le daban por la misma, ni el precio
que pagó, además de que, por las rentas, tampoco había sacado casi nada. Lo de la vaca, también redondo para él, ¡pobre!
Finalmente, vino un señor de Alemania, que era de Puente Genil y quería comprar una......
¡Las Norias de Sangre, a las que nosotros llamábamos, "Añoretos", no imaginaba yo, que tuvieran una historia tan interesante, ni que hubiera de tantos estilos. Después de leer el articulo interesantísimo del blog del Sr. Pedro Galán Galán de la Higuera!.
El nuestro, recuerdo que tenía una rueda grande, donde encajaba la cadena de canjilones de chapa, creo que galvanizada, (cómo los calderos metálicos, pero rectangulares). El eje vertical que hacia girar el animal, se acoplaba en otro horizontal, conectado a la rueda grande de los canjilones, a través de dos coronas metálicas a modo de "cigüeñal" y sobre una de estas coronas, saltaba un pestillo metálico, que hacía de anclaje ó seguro del mecanismo, caso de que el animal dejara de tirar, para evitar el retroceso del sistema de fuerza. Este pestillo, hacia un ruido metálico característico: klinc..klinc..klinc, que se escuchaba desde la casa incluso, sobre todo de noche, que era cuando solíamos regar con el añoreto.
Quiero informar que en ese tiempo, mi familia estaba formada por:
Mis padres,
Paquita, mi hermana mayor,
Andrés,
Julián (yo),
José Luís (Pepe),
Mary,
Merche y
Olga.
Solo nacieron en Puente Genil, mis hermanas pequeñas, Merche y Olga. Los otros cinco, somos de Granada.
Julián Lucena Fuentes
19/10/2013